Comparar y Contrastar

(3er domingo de Cuaresma: Éxodo 3:1-15; 1 Corintios 10:1-12; Lucas 13:1-9)

En algún punto durante nuestra educación, a la mayoría de nosotros se nos asignó la tarea de analizar las similitudes y diferencias entre dos o más autores, acontecimientos históricos, etc. Yo no puedo resistirme a la tentación de comparar y contrastar La Salette con la lectura de hoy que viene del libro del Éxodo. 

Dios dijo a Moisés, “¡No te acerques hasta aquí!”

La Bella Señora dice: “Acérquense, hijos míos”.

Dios dice, “Yo he visto la opresión de mi pueblo... Sí, conozco muy bien sus sufrimientos.”

María entre lágrimas describe el sufrimiento de su pueblo.

Dios; “He bajado a librarlo y a hacerlo subir a una tierra que mana leche y miel”.

María: “Vengo a contarles una gran noticia... Las piedras y los peñascos se transformarán en un montón de trigo.”

San Pablo escribe que lo que sucedió con los ancestros del pueblo judío en el desierto sirve como un ejemplo, una historia con moraleja para los lectores cristianos. Y Jesús, mediante el uso de parábolas, invita a sus discípulos a hacer la comparación y a contrastar sus palabras con sus vidas.

En particular, Jesús hace una comparación entre su audiencia y las victimas de dos catástrofes. “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.

Esta cita trae a la luz un detalle significativo de la historia de La Salette. El 3 de noviembre de 1874, el P. Silvain-Marie Giraud, Superior de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette, tuvo una audiencia con el Papa Pío IX. El P. Giraud le preguntó qué debería uno creer acerca de los “secretos” de La Salette, que Maximino y Melania habían enviado al Santo Padre—sólo para sus ojos—muchos años antes. Pío IX respondió: “¿Qué pensar de los secretos hijo mío? Esto hay que pensar: que, si no hacen penitencia, todos perecerán”.

Con estas palabras, el Papa indicó que les daba poca importancia a los secretos como tales. Esa ha sido también la postura de los Misioneros de La Salette. Lo que es normativo es el mensaje tal como fue aprobado en 1851 por el Obispo de Grenoble.

Y aquel mensaje puede resumirse con otra comparación, la del Salmo de hoy: “Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es el amor del Señor por los que lo temen”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

El Don Gratuito de Dios

(2do Domingo de Cuaresma: Génesis 15:5-18; Filipenses 3:17-4:1; Lucas 9:28-36) 

En la discusión sobre el valor de la fe y las obras, ningún texto es más esencial que Génesis 15:6, “Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación”. San Pablo comenta este texto en su amplitud en Romanos 4. 

El Salmo 143:2 clama, “No llames a juicio a tu servidor, porque ningún ser viviente es justo en tu presencia”. Por lo tanto, la fe de Abrám, no es prueba de su justicia ante Dios; pero el Señor se la “acreditó”, como diciendo, “no es perfecta, pero servirá.”

Es importante recordar esto cuando reflexionamos sobre La Salette. La conversión que María busca no se trata solamente de respetar el nombre del Señor y el día del Señor, guardar la Cuaresma, y rezar fielmente. La importancia de estas actitudes y actividades está en su significado que viene de la fe que las acompaña.

Sin embargo, Santiago 2:26, resalta que la fe sin obras está muerta. En otras palabras, la fe requiere de expresiones concretas en nuestra manera de vivir.

Ni la fe ni las obras tienen el poder de darnos la calificación de justos. Eso es un don gratuito de Dios tanto para Abram como para nosotros. Es por su misericordia que el elige considerar nuestra fe fuerte y nuestras obras grandes.

A menudo estamos anhelando lo que está más allá de nuestro alcance. “Nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo”. Escribe San Pablo. El habla de nuestro estado como no habiendo alcanzado aún su completa realización, con la expectativa de que Jesús lo llevara a su pleno cumplimiento.

Jesús eligió sólo tres de sus Apóstoles para ser testigos de su transfiguración en la montaña. Aquello fue también un don gratuito inmerecido por parte de ellos. Pedro tenía razón al decir, “Maestro, ¡qué bien estamos aquí!” El entendió la naturaleza privilegiada del acontecimiento.

Muchos peregrinos de La Salette comparten este sentimiento. Hasta la misma naturaleza insinúa las alturas espirituales a las cuales la Bella Señora nos quiere hacer llegar.

Después que María desapareció aquel 19 de septiembre de 1846, Melania dijo haber pensado que la Señora pudo haber sido una gran santa. Maximino respondió, “Si lo hubiésemos sabido, le hubiéramos pedido llevarnos con ella.” En efecto, con su ayuda podemos atrevernos a rezar con las palabras del Salmo de hoy: “Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

Profesión de Fe

(1er Domingo de Cuaresma: Deuteronomio 26:4-10; Romanos 10:8-13; Lucas 4:1-13) 

El ritual de la cosecha prescrito por Moisés incluye una declaración acerca de la liberación de la esclavitud que Dios hizo en favor de su pueblo. Toma la forma de un registro histórico, pero es una profesión de fe en el Dios que salva

San Pablo nos invita a afirmar nuestra fe: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado”.

La fe, una fe viva, constituye la base fundamental de toda vida cristiana. Se expresa de maneras comunitarias y personales. En La Salette la vemos de ambas formas.

La Cuaresma es una tradición comunitaria, ha existido en la Iglesia por muchos siglos. En el tiempo de la Aparición, las prácticas penitenciales asociadas con esta época eran más rigurosas de lo que son al presente, especialmente con relación al ayuno. En su discurso, Nuestra Señora de La Salette se refirió directamente a la total indiferencia con respecto a esta disciplina anual.

En cuanto a la expresión personal de la fe, ella habló de la importancia de la oración, nada elaborado, pero al menos lo suficiente para mantener un contacto diario con Dios, por la noche y la mañana. Y cuando sea posible recen más.

La fe es comunitaria, en tanto compartamos las mismas creencias. Es personal, también, pero no en el sentido de que podamos escoger qué creer o qué no creer. Más bien, reconoce y acepta que cada uno de nosotros es único y que no todos respondemos con la misma intensidad a cada aspecto de nuestra fe. Para nosotros que tenemos una fuerte conexión con La Salette, por ejemplo, la reconciliación, donde quiera que se presente, resuena de manera especial.

De hecho, es así como estas reflexiones fueron escritas, escuchando los ecos, yendo y viniendo entre la Sagrada Escritura y el acontecimiento, el mensaje y el misterio de La Salette.

La Cuaresma es un tiempo para hacer revivir la fe personal en el contexto de la fe de la Iglesia, para recordar que no vivimos sólo de pan (o carne). Presta especial atención a tus respuestas personales en la medida en que te vas encontrando con las lecturas. Puedes descubrir una nueva profundidad en tu relación con Cristo, un desafío más fuerte de querer vivir guiado por sus enseñanzas. Una convicción más profunda en tu profesión de fe.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

La Palabra: Hablada, Escrita, Vivida

(8vo Domingo Ordinario: Sirácides 27:4-7; 1 Corintios 15:54-58; Lucas 6:39-45)

Sirácides es uno de los Libros Sapienciales, lleno de sentido común. Muchas de las enseñanzas de Jesús entran en esta misma categoría. Como tal, hoy escuchamos dos dichos que son casi intercambiables.

Sirácides escribe: “El árbol bien cultivado se manifiesta en sus frutos; así la palabra expresa la índole de cada uno”. Jesús dice: “Cada árbol se reconoce por su fruto… porque de la abundancia del corazón habla la boca”.

Entonces cuando la gente enojada usa el nombre de Jesucristo, ¿Qué clase de fruto se manifiesta? María en La Salette se refiere a esto de manera directa. Su pueblo, su pueblo cristiano, al abusar así del nombre de su Hijo, manifiesta tener un corazón anticristiano.

Alguien podría decir, “no significa nada en absoluto” Pero esto solo hace que el comportamiento sea peor. ¿Cómo podemos pronunciar aquel nombre como si no significara nada? Recordemos lo que San Pedro dijo ante el Sanedrín: “No existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación” (Hechos 4:12).

Mirándolo desde el lado opuesto, está la Palabra de Dios, en las Sagradas Escrituras. En los Evangelios, la palabra “escrito” aparece alrededor de cincuenta veces, invocando la autoridad de la Palabra de Dios para establecer asuntos o probar un punto, así como San Pablo lo hace cuando escribe, “Entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido vencida”.

La Bella Señora se queja porque su pueblo no muestra ningún interés en escuchar la Palabra de Dios. “Sólo van algunas mujeres ancianas a Misa”. Cuán lejos de las palabras de Jesús, “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”. (Lucas 11, 28).

La mayoría de nosotros tenemos que atenernos a las traducciones para entender las Escrituras. En La Salette María cambió su lenguaje al dilecto local cuando vio que los niños no entendían lo que les estaba diciendo en francés. Esto demuestra cuán importante era para ella que su mensaje fuera conocido por todo su pueblo.

La Palabra de Dios en toda su importancia también debe ser traducida, y no solamente en los muchos idiomas del mundo, sino en el idioma que realmente importa: el idioma de nuestra vida.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

Transformados

(7mo Domingo Ordinario: 1 Samuel 26:2-23; 1 Corintios 15:45-49; Lucas 6:27-38) 

El poder trasformador de la gracia de Dios se demuestra maravillosamente por medio de su perdón, y está descrito con elocuencia por el salmista: “Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados” (Comparar también Miqueas 7:19, e Isaías 38:17.)

La biblia no oculta el comportamiento pecaminoso de David; aun así, dice que su corazón “perteneció íntegramente al Señor, su Dios” (1 Reyes 11:4). Se negó a matar a Saúl, su enemigo, porque Saúl era el ungido del Señor.

La reflexión de Pablo con respecto al hombre terrenal y al celestial es misteriosa, mística. Aun para él es difícil explicar el cambio que seguramente tendrá lugar en la resurrección.

Las exigencias de Jesús a sus discípulos nos son tan familiares que no nos damos cuenta de lo contradictorias que pudieron haber sonado para sus oyentes. Requieren de un serio cambio de corazón. “Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes” – más fácil decir que hacer.

María en La Salette también hace un llamado al cambio. La conversión es bastante difícil para nosotros, pero la sumisión es desagradable, aunque fuera acompañada por la promesa de abundancia.

Una señal de que tal transformación es posible puede encontrarse, tal vez, en Maximino y Melania mismos, aunque no en un sentido moral. Al ser interrogados, ellos mostraron una perseverancia y una inteligencia que ninguna persona razonable podría esperar de ellos. Cuando hablaban de la Aparición, Melania se volvía más comunicativa, Maximino más sereno.

Los niños entienden que las lágrimas tienen una conexión con la vida, con situaciones que piden consuelo: dolor, duelo, miedo, etc. Cuando visitan el Santuario de La Salette por primera vez, se sienten tristes por la Bella Señora, y preguntan a sus padres, “¿Por qué llora ella?”

Es María misma la que responde la pregunta. Su pueblo se olvidó de su hijo. Esto no debe seguir así. Se ve obligada a suplicarle constantemente por nosotros. Nunca podremos recompensarle por el trabajo que ella ha emprendido en favor nuestro; pero esto no quiere decir que no podamos intentarlo.

La gracia transformadora de Dios es poderosa en La Salette, no solamente en la Montaña Santa, sino en todos aquellos que se apropian de las palabras de María, sus lágrimas y su amor profundo.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

Lo Uno o lo Otro

(6to Domingo Ordinario: Jeremías 17:5-8; 1 Corintios 15:12-20; Lucas 6:17-26)

Todas las lecturas, incluido el Salmo, contienen una clase de ultimátum. Pon tu confianza en Dios y te irá bien; si no lo haces, perecerás. A menos que ames la ley de Dios, serás arrastrado como la paja. La única manera de estar seguros de nuestra salvación es creer en la resurrección de Jesús. Pobre de ti si eres rico, satisfecho, ríes y hablan bien de ti.

En el mensaje de La Salette, o nos negamos a someternos o nos dejamos convertir.

Sin embargo, el pasaje del Evangelio resalta sobre el resto, y lo hace porque lo otros no contienen el elemento de elección que implican. La opción urgente no es entre ser rico o ser pobre.

Las Bienaventuranzas en Mateo se recuerdan mejor y, podríamos decir que se prefieren mejor a las que leemos hoy, la versión de Lucas es decisiva, hasta preocupante. ¿Es realmente mejor ser pobre que rico?

No se trata de un asunto moral, como si los pobres fueran los buenos y los ricos los malos. Hay pasajes tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento que parecen poner por igual tanto a la riqueza y al mal, pero lo que hacen es resaltar el peligro de las riquezas: avaricia, egoísmo, injusticia. Sin embargo, en este punto en el Evangelio de Lucas, no es el caso. Aquí esto tiene que ver con la correcta percepción de lo que es la bienaventuranza.

La Bella Señora comprendía el temor de su pueblo, que se enfrentaba a la amenaza de no tener pan para comer. Así como Jeremías ella nos urge a poner nuestra confianza no en nosotros mismo sino en Dios, respetando el Día del Señor.

La primera reacción ante un ultimátum es la de rechazarlo. Los profetas seguramente hubieran preferido otras maneras de persuadir a sus oyentes. Dios sabe que lo intentaron; y, aun así, el pueblo de Dios parecía estar determinado a seguir la senda de la destrucción.

Los niños no están creciendo como deberían, y los adultos están en una situación anormal de deterioro que requiere un cuidado especial. Podemos aplicar este concepto también a la vida espiritual.

O prosperamos o no. El objetivo del profeta, del salmista, de San Pablo, de Jesús o de Nuestra Señora de La Salette es el proveer cuanto nos sea necesario para nuestro bienestar espiritual. En otras palabras, parafraseando el texto de Juan 10:10, todo ellos quieren que nosotros “tengamos vida y la tengamos en abundancia”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

En Buena Compañía

(5to Domingo del Tiempo Ordinario: Isaías 6:1-8; 1 Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11) 

A menudo hemos observado en estas reflexiones que Melania y Maximino debido a su posición social, falta de educación, y carácter personal, no parecían ser unos candidatos probables como para recibir una revelación celestial. Las lecturas de hoy nos muestran que ellos estaban en buena compañía.

¡Ay de mí, estoy perdido! grita Isaías, consiente de no ser digno de dar testimonio de la gloria de Dios. San Pablo dice “yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol”, a causa de su historia como perseguidor de la Iglesia, Y cuando San Pedro es testigo de la pesca milagrosa, su instinto natural es el de decirle a Jesús que no tiene nada que hacer con un pecador como él. 

Esto no es falsa humildad; cada uno habla con la verdad. Al mismo tiempo, sin embrago, cada uno, una vez tranquilizados, responden al llamado que acompaña la experiencia. Isaías se ofrece para servir. “¡Aquí estoy: envíame!” Pedro y sus compañeros dejaron todo para seguir a Jesús. Y Pablo reconoce cómo Dios ha obrado por medio de él: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo”.

Así como Isaías, Pablo, Pedro, Maximino, y Melania, ninguno de nosotros es merecedor del lugar que nos ha sido dado en el plan de Dios. No logramos nada por nuestros propios méritos. “Aumentaste la fuerza de mi alma”, nos recuerda el salmista.

Jesús sabía lo que iba a hacer aquel día en el Mar de Galilea. María sabía lo que iba a hacer aquel día en los Alpes Franceses. Los dos necesitaban buenos testigos, y los testigos más confiables son aquellos que posiblemente no pueden haber inventado las cosas que están diciendo, y no tienen por qué hacerlo.

Inmediatamente después de responder a su llamado, se le dijo a Isaías que su pueblo no le escucharía. Algunas de las cartas de San Pablo están dedicadas principalmente a corregir errores de doctrina o de moral en las comunidades que él fundó. Las faltas de Pedro están bien documentadas en todos los Evangelios. Melania y Maximino fueron puestos de lado cuando su misión fue asumida por la Iglesia. ¿Equivocaciones? No.

El éxito no es una condición para la santidad. Lo que cuenta es ser fiel hasta el final, como ellos, a pesar de los obstáculos que nos rodean y los que hay en nosotros.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

Amor Puro y Duro

(4to Domingo del Tiempo Ordinario: Jeremías 1:4-19; 1 Corintios 13; Lucas 4:21-30)

“Paciente, servicial, no envidioso, no hace alarde”, todas estas cualidades describen un amor que puede ser llamado ternura. Nada podría estar más lejos del “amor puro y duro” que Jeremías necesitará, y que Jesús demuestra a veces.

Encontramos ambas clases de amor a lo largo de las Escrituras (aun en Jeremías) por eso no debería sorprendernos el encontrarlos también en La Salette.

“No tengan miedo” fueron las primeras palabras de María, palabras que se hicieron más tranquilizadoras cuando ella les dijo a Maximino y Melania “hijos míos”. Sus lágrimas, su cercanía a los niños, la manera tan amable con que les recuerda la importancia de la oración – estas y otras cosas hablan de la ternura que ella tiene por los dos niños y por su pueblo.

Más hacia el comienzo de su carta, San Pablo tenía duras palabras para los Corintios por sus incesantes enfrentamientos y para todo aquel “que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente”. Es el Capítulo 13 que nos presenta el ideal, un ideal no fuera de nuestro alcance, pero que no se da automáticamente.

Las duras palabras de la Bella Señora tienen que ver con el incumplimiento de la observancia dominical de descansar y de ir a misa, el rechazo a seguir las prescripciones de la Cuaresma, y especialmente el abuso del nombre de su Hijo. Aquí ella usa el “amor puro y duro”.

En Proverbios 13:24 leemos: “El que mezquina la vara odia a su hijo, el que lo ama se esmera por corregirlo”. La disciplina que María usa en La Salette se suaviza con su ternura. Ella quiere que su pueblo vea la urgencia de evitar la vara o, en sus palabras, el fuerte y tan pesado brazo de su Hijo.

Jesús en Nazaret no escondió su descontento cuando aquellos que daban testimonio a favor de él luego se preguntaban en voz alta, «¿No es éste el hijo de José?» (queriendo decir “solamente” el hijo de José). Los reprendió, pero de manera verbal, y luego se alejó de ellos, suficiente castigo por su falta de fe.

Fue el disgusto de su Hijo lo que hizo que Nuestra Señora intervenga en la vida de su pueblo. Ella tenía que hacerles comprender que la manera de evitar el desastre inminente se daba por medio de la conversión. Su amor sirve de modelo para nosotros: “No se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, sino que se regocija con la verdad”. Sobre todo, este es el amor ideal que “no pasará jamás.”

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

Ahora ya lo sabes

(3er Domingo del Tiempo Ordinario: Nehemías 8:2-10; 1 Cor. 12:12-30; Lucas 1:1-4 y 4:14-21) 

Después de que Melania diera su versión del hecho ocurrido en la montaña, una mujer anciana conocida como la Madre Caron se dirigió hacia su hijo y le dijo: “¿Después de todo esto, todavía vas a ir a trabajar los domingos?”

Ella fue la primera en comprender que aquella Bella Señora no podía ser otra que la Santísima Virgen. Ella también reconoció que ‘la gran noticia’ de María requería un cambio de corazón y de vida.

También vemos esto en la lectura de Nehemías. “Los hombres, las mujeres y todos los que podían entender: todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley” – ¡por casi seis horas! Muchos, parece, que nunca la habían oído, y lloraron al darse cuenta cómo, sin saberlo, habían violado la Ley.

Ese fue un momento de gran revelación para ellos. A pesar de que se les dijo de no llorar sino celebrar. Ahora que habían llegado a conocer la Ley, serían capaces de cumplirla. De esa manera podían esperar evitar los castigos y el exilio infligidos a sus ancestros que no habían cumplido la Ley. Tendrían de ahora en adelante una correcta relación son su Dios.

Este es con certeza el caso en el Evangelio. Cuando Jesús dijo, “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” en efecto, está diciendo, “¡Este es el día que todos ustedes estaban esperando!” Esto ciertamente atrajo la atención de su audiencia. El resto del Evangelio se trata de aceptar o rechazar esta afirmación de Jesús.

El Nuevo Testamento muestra una y otra vez las implicaciones de la fe en Cristo. De hecho, San Pablo, lo hace, su reflexión casi filosófica sobre el cuerpo y sus muchas partes fluye directamente de una declaración teológica: “Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo —judíos y griegos, esclavos y hombres libres— y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”. Si la Comunidad Cristiana de Corinto pudiera entenderlo de ese modo, sus desacuerdos y rivalidades podrían fácilmente ser resueltas.

Hay una urgencia en las palabras de María en La Salette. Con todo, ahora que su pueblo ya sabe, de qué manera y en qué modo se había extraviado, tal vez llegue a comprender las palabras del salmista: “Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

La Iniciativa de María

(2do Domingo del Tiempo Ordinario: Isaías 62:1-5; 1 Corintios 12:4-11; Juan 2:1-11) 

 “No te dirán más «¡Abandonada!», ni dirán más a tu tierra «¡Devastada!» sino que te llamarán «Mi deleite», y a tu tierra «Desposada» … y como la esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.”

En todos los profetas, no hay muchos pasajes tan llenos de esperanza y más bellos que este.

El pueblo al que María vino a hablar por medio de sus dos jóvenes mensajeros se sentía abandonado y su tierra había quedado desolada. Ella vio la angustia de su pueblo y decidió intervenir. Recuerdo una conferencia sobre La Salette que había oído cuando era seminarista en los años 60. El conferencista hizo hincapié en que la Bella Señora no había dicho “he sido enviada”, sino, “estoy aquí” dando a entender que fue su idea. En otras palabras, en La Salette, ella tomó la iniciativa.

Esta es la imagen de María que encontramos en nuestro texto del Evangelio. Ella llamó la atención de Jesús sobre la situación incómoda en el banquete de bodas. Cuando el objetó la situación diciendo que no era un asunto que tenía que ver con ellos, ella supo que él haría algo al respecto y por eso les dijo a los sirvientes que hicieran todo lo que él les diga.

El mensaje de La Salette es el mismo como el de Caná. Puede resumirse en las palabras: “Hagan todo lo que él les diga”. Tal vez es por eso es que uno de los murales sobre las paredes de la Basílica de La Salette, pintado en 1998, representa el banquete de bodas en Caná.

El pasaje de 1 Corintios refina aún más este pensamiento. “Todo lo que él les diga” varía según los dones dados por el Espíritu. Pero el don que nosotros hemos recibido tiene que estar activo en nosotros para que Dios pueda llevar a cabo su obra.

Ya que La Salette es un don espiritual, cada uno de nosotros a quien nos ha sido otorgado, está llamado a encontrar su propia manera de compartirlo. Aquí estoy compartiendo esta reflexión, mientras tanto otro está buscando sanar una familia dividida, u ofreciendo su sufrimiento personal por la causa de la reconciliación, o… bueno, ustedes ya captaron la idea.

María eligió venir a nosotros. Ella destacó un cierto número de obligaciones cristianas básicas, pero el sentido de sus palabras va mucho más allá de todo eso. Ellas proveen el marco para una vida cristiana fiel, en la que las palabras como “abandonado” o “desolado” no tienen lugar.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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