Verdadero Amor
(Vigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario: Ezequiel 33:7-9; Romanos 13:8-10; Mateo 18:15-20)
El evangelio de hoy es abrumador. Parece estar muy alejado del “ama a tus enemigos” (Sermón de la Monte), y del “perdónense de corazón los unos a otros” (Evangelio de la semana entrante) ambos se encuentran en Mateo.
Si leemos el Evangelio de manera más cercana, no obstante, encontramos que la diferencia no es tan grande. Si las partes culpables reconocen el mal que hicieron, se puede alcanzar la reconciliación. El proceso que Jesús describe considera a la exclusión solamente como un último recurso. Con todo, la reconciliación es el objetivo que se ha de alcanzar.
A Ezequiel no se le dijo que condenara al pecador, sino que le advirtiera de las consecuencias de su proceder pecaminoso. Si el profeta no lo hubiera hecho, seria culpable de no hacer su parte para salvar la vida del pecador.
A menudo menciono la naturaleza profética del mensaje de Nuestra Señora de La Salette. Combinemos eso con el instinto materno natural, y tendremos una preocupación intensa que se ve bellamente reflejada en las palabras del documento Vaticano II, Lumen gentium: “Elevada al cielo, (la Virgen María), por su constante intercesión siguió trayéndonos los dones de la eterna salvación. Por su caridad maternal, ella vela por los hermanos de su Hijo, que peregrinan en la tierra rodeados de peligros y dificultades, hasta que sean conducidos a la felicidad de su verdadero hogar. Por lo tanto, la Iglesia invoca a la Santísima Virgen, bajo los títulos de Abogada, Auxiliadora, Coadjutora y Mediadora. Esto, sin embargo, se debe entender bien en el sentido de que no le quita ni le añade nada a la dignidad y eficacia de Cristo como el único Mediador”
En esta misma línea de pensamiento, cuando llamamos a Nuestra Señora de La Salette "Reconciliadora de los pecadores", no le estamos quitando ningún mérito a la reconciliación alcanzada por Jesús mismo, sino que, al llamarla así, vemos reflejada su participación en la misión de su Hijo.
Citando los mandamientos que tienen que ver con nuestra relación con el prójimo, San Pablo insiste en la primacía del amor.
En La Salette, la Bella Señora hace exactamente lo mismo, pero se refiere a los mandamientos que gobiernan nuestra relación con Dios. ¿Podemos amar perfectamente a nuestro prójimo sin amar verdaderamente a Dios?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.