Justo y Necesario
(5to Domingo Ordinario: Job 7:1-7; 1 Corintios 9:16-23; Marcos 1:29-39)
En el Prefacio, que introduce la Plegaria Eucarística en la Misa, afirmamos que es “justo y necesario, siempre y en todo lugar”, alabar al Señor nuestro Dios por las bendiciones que nombramos en la liturgia del día.
Siempre. En todo lugar. Esto parece suponer una vida de constante celebración. Pero Job, un verdadero hombre de Dios, declara, “mis ojos no verán más la felicidad”. El que se encontrara en tal estado, es triste, pero es importante que sepamos – y aceptemos – que los creyentes pueden tener días, semanas, meses o hasta años malos.
Hay que recordar que la situación de Job es el resultado de una apuesta. Dios alabó la rectitud de Job, pero el Adversario contestó, “extiende tu mano y tócalo en lo que posee: ¡seguro que te maldecirá en la cara!”. Así que Dios permitió que Satán atormentara a Job. Y aunque Job se quejó fuerte y largamente de sus sufrimientos, leemos, “En todo esto, Job no pecó ni dijo nada indigno contra Dios”.
En muchas partes de Francia en 1846, el pueblo estaba pasando por severas dificultades. Respondían usando el nombre de Jesús, no con devoto respeto, que sería lo justo y necesario hacer, sino como una manera de expresar el enojo que sentían, como bien María remarcó en La Salette.
Como Job, hay ocasiones en las que tenemos más preguntas que respuestas, que tienen que ver con nuestros propios problemas o con los de los otros. Es especialmente perturbador ver a cristianos, batallando con el miedo, las dudas, el estrés, etc., a veces abandonando la fe, alejándose de Dios en momentos cuando más lo necesitan. El llamado de la Bella Señora a la conversión se dirige precisamente a esas personas.
San Pablo escribe sobre su prédica. “es para mí una necesidad imperiosa”. El predicó el Evangelio por amor a Cristo; por amor a los demás, él se hizo “todo para todos”.
Jesús también se esforzó en llevar su predicación y ministerio sanador, enraizados en la oración, a tantos como fuera posible.
María nos pide hacer conocer su mensaje. Es nuestra tarea imperiosa. En nuestros propios tiempos de dificultad, con la cabeza inclinada si es necesario, y humildes al extremo, es justo y necesario que sepamos sobrellevar todo cuanto sea por el Evangelio y por nuestro prójimo, en la esperanza de colaborar para que todos reconozcan la presencia sanadora de Jesús.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.