Polônia - Capítulo
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Carta do Superior Geral
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La Traducción
(Segundo Domingo del Tiempo Ordinario: 1 Samuel 3:3-19; 1 Corintios 6:13-20; Juan 1:35-42
Tres veces en el evangelio de hoy, Juan nos dice lo que una palabra en hebreo significa. Por lo tanto, podemos concluir que su auditorio no estaba familiarizado con dichas palabras, y que el consideró importante o al menos útil conocerlas y entenderlas. Hay muchos casos similares en el Nuevo Testamento, el más notable es el grito de Jesús en la Cruz: Eli, Eli, lama sabachthani (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
Nuestra Señora de La Salette, observando que en un momento los niños parecían estar confundidos, dijo, “¿No comprenden hijos míos? Se los voy a decir de otra manera.” Luego tradujo lo que había dicho anteriormente, una o dos oraciones, en el dialecto de los niños, continuó hablando de esa manera hasta el mismo final de su mensaje. Ella, también, conocía la importancia de entender.
En la primera lectura, el anciano Elí le explicó al joven Samuel la naturaleza de la voz que estaba oyendo, y la importancia de escucharla. Después de aquel acontecimiento, el joven se convirtió en uno de los más grandes portavoces de Dios. Discerniendo e interpretando la voluntad de Dios para el pueblo y sus gobernantes.
San Pablo sin usar la palabra, se enfrenta con un tipo de traducción diferente, no de un idioma a otro, sino de la teoría a la práctica o, mejor, de la fe a la vida. Les recuerda a los Corintios que ellos se han transformado en templos del Espíritu Santo, y que deben actuar en consecuencia. En otra parte escribe que a causa del mismo Espíritu podemos llamar a Dios Abba. Aún en el hebreo moderno, ese es el nombre con el cual los niños llaman a su padre.
En La Salette, la Bella Señora lamenta que su pueblo haya fallado al hacer la traducción de su herencia cristiana a una manera de vivir cristiana, esa vida que a veces es llamada simplemente “el Camino” en los Hechos de los Apóstoles.
Esta reflexión me da la oportunidad de agradecer de manera especial a tres hombres. Al Hermano Moisés Rueda, MS., y al Señor Paul Dion quienes han estado traduciendo fielmente estas reflexiones cada semana, respectivamente en español y en francés; y al Padre Henryk Przeździecki, M.S., que las publica en internet. Todos ellos hacen que estas reflexiones sean accesibles a tantos de ustedes a quienes yo no puedo alcanzar
Pero en realidad no necesitas ser un lingüista para traducir el mensaje de la Salette. ¡Sólo vívelo!

¿Qué ponerse?
(La Sagrada Familia: Génesis 15:1-6 & 21:1-3; Colosenses 3:12-21; Lucas 2:22-40
Los peregrinos en La Salette muchas veces preguntan sobre el significado de las rosas, las cadenas, el crucifijo y, especialmente, el martillo y las tenazas que la Bella Señora añadió al simple atuendo de las mujeres de los alrededores de Corps. Ya que ella misma no dio ninguna explicación, y aunque existe una cierta tradición que tiene que ver con estos detalles, cualquier interpretación razonable es posible.
Sin embargo, estos elementos no tienen que ver con lo esencial de la Aparición. Miremos más de cerca a esta mujer, vestida de “sincera compasión, bondad, humildad, dulzura y paciencia”. Sí, esta es Nuestra Señora y nuestra Madre, en quien encontramos las virtudes recomendadas por San Pablo a los colosenses.
La dulzura de su voz tranquilizó a Maximino y Melania y calmó sus temores. Su bondad es evidente en todo lo que ella hace y dice – aun cambiando del francés al dialecto local cuando se dio cuenta que los niños no entendían. Su mensaje, hasta en sus partes más exigentes, está imbuido con la compasión que la movió a venir a nosotros, para reconciliarnos con su Hijo. Con toda humildad, María lloró en la presencia de estos jovencitos extraños. “Y a ti misma una espada te atravesará”, como Simeón le había dicho.
Estas son también las cualidades de una familia cristiana, en ambos sentidos del término: El hogar cristiano y la Iglesia Universal, San Pablo luego escribe: “… sopórtense unos a otros y perdónense unos a otros… y sobre todo háganlo todo con amor”
¿Es esto realmente posible? Por supuesto. Aunque ejemplos de esto parezcan ser relativamente raros. Vemos tantos conflictos, tanto odio. El perdón se hace cada vez más y más difícil, aun entre los cristianos.
El amor cristiano no es automático. “Cristiano” se refiere a la fe en Jesús. En Génesis leemos. “Abraham confió en el Señor y esto le fue tomado en cuenta para su justificación” Así como la fe fue la fundación del edificio de la descendencia de Abraham, así es también para la familia cristiana. Pero necesita ser profunda y sólida.
Muchas personas que se dedican a Nuestra Señora de La Salette llevan una cruz con el martillo y las tenazas. Pero deberíamos también imitar la manera como que ella trató con los dos niños que ella misma escogió; como ella, necesitamos poner nuestra “sincera compasión, dulzura…”

Epifanía
(Epifanía: Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-6; Mateo 2:1-12)
Para los cristianos, la palabra Epifanía tiene un significado limitado, especifico. Si lo buscamos en un diccionario de la Grecia Antigua, podrías sorprendernos al ver cuántos significados tiene. Los ejemplos incluyen: Lo que algo aparenta; cuando algo o alguien se hace visible; los que se ve sobre la superficie; la sensación creada por alguien. En resumen, algo o alguien que es visto o percibido.
Los Magos fueron motivo de sensación cuando llegaron a Jerusalén. Antes de eso, ellos vieron una estrella que se les hizo visible. Ellos recibieron una epifanía y ellos mismos se convirtieron en una cuando aparecieron en escena.
Otra traducción de la palabra griega es simplemente Apariencia, intercambiable con Aparición
En La Salette el globo brillante de luz que los niños vieron primeramente reveló desde su interior a una mujer sentada, con su rostro entre las manos, llorando. Así comienza la historia de su epifanía, su aparición. Melania y Maximino describieron lo que vieron. Esto causó sensación. Podríamos parafrasear las palabras del Evangelio y decir; El Alcalde estaba conflictuado sobremanera, y toda la región por los alrededores de La Salette con él. Y, como Herodes, las autoridades locales intentaron acallarlo todo.
Sin embargo, las epifanías no están restringidas a fenómenos visuales. Es casi como cuando decimos “Ya veo” queriendo decir “ahora entiendo”, hay más en una epifanía de lo que podemos abarcar con los ojos.
Es por eso que nosotros le dedicamos más atención al mensaje de la Bella Señora que a su aparición; es por eso qué estudiamos la historia del acontecimiento, antes y después del 19 de septiembre de 1846; es porque las vidas de los dos niños son importantes, y porque la aparición es una epifanía aun hoy.
Isaías, como profeta, experimentó muchas epifanías. San Pablo experimentó una, en el camino a Damasco. Como resultado, ambos proclamaron la inclusión de los Gentiles en el plan salvífico de Dios: “Los pueblos caminarán a tu luz”, “los Gentiles son coherederos… y partícipes de las mismas promesas en Cristo Jesús”
Los Sabios representaron a las Naciones. Ellos caminaron a la luz de una estrella que cambió sus vidas.
En tanto que la Salette siga siendo una epifanía, tendrá el poder de cambiar vidas.

Glorificando a Dios
(Cuarto domingo de Adviento: 2 Samuel 7:1-16; Romanos 16:25-27; Lucas 1:26-38)
El lema de la Compañía de Jesús es: Ad majorem Dei gloriam – Para la mayor gloria de Dios. La lectura de San Pablo de hoy expresa, en una larga oración, el mismo sentir: “A aquel que los fortalece… sea la gloria para siempre.”
La gloria de Dios es infinita. No nos es posible añadirle nada. Podemos, sin embargo, buscar ser reflejo de su gloria cada vez más en nuestras vidas. Es un asunto de servicio, ya sea grande o pequeño, según nuestra vocación y nuestras habilidades.
Un famoso biógrafo de Santa Teresa de Calcuta la describió como habiendo hecho Algo Hermoso para Dios. El Rey David tuvo la misma idea, pero no era su vocación. Con todo, él fue premiado por su deseo de servir, y la promesa que se le hizo fue cumplida en Jesús por medio de las palabras del Ángel: “Y su reinado no tendrá fin.”
No todos nosotros glorificamos a Dios como nos gustaría. No es una elección que nos toca. María seguramente nunca esperó ser la madre del Mesías. Pero ella no rechazó el llamado de Dios, y vivió su vocación según los dones que ha recibido. De hecho, inmediatamente después de la Anunciación, ella partió sin demora para ayudar a su prima. En esto y a lo largo de su vida el Señor estaba siendo glorificado (“engrandecido”) en ella.
Melania nunca esperó encontrarse con la Santísima Virgen y recibir de ella un mensaje para su pueblo. El momento vino después, cuando ella con alegría hubiera servido a Dios como una religiosa. Pero no fue el caso. En cambio, tuvo que enfrentar muchas pruebas, y el Señor fue glorificado en su fidelidad.
Sin embargo, no podemos darnos el crédito cuando Dios es glorificado en nuestras vidas. En uno de los prefacios de la Misa reconocemos esto de manera clara: “Aunque no tienes necesidad de nuestra alabanza, nuestra propia acción de gracias es tu don ya que nuestras alabanzas no añaden nada a tu grandeza, pero son propicias para nuestra salvación.”
A veces, todo lo que podemos hacer es reconocer su gloria, y proclamarla, como lo hacemos en el Salmo de hoy, por ejemplo: “¡Cantaré eternamente tu bondad, Señor!”
En este contexto, podemos entender el mensaje de La Salette como un eco del Salmo 34:4, es como si María nos estuviera urgiendo: “Glorifiquen conmigo al Señor, juntos alabemos su nombre.”

La Identidad
(Tercer Domingo de Adviento: Isaías 61:1-11; 1 Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-8,19-28)
En su Magníficat (el salmo responsorial de hoy) María gozosamente se identifica como la servidora del Señor. Lo cual significa que ella comprendió su rol en el plan de Dios. Juan el Bautista se identifica como una Voz. Él también sabía su rol, su lugar.
La Bella Señora de La Salette no se identificó de la misma manera, pero habló de su rol: “Estoy aquí para contarles una gran noticia” Por lo tanto, se identificó a sí misma, como la mensajera de Dios.
Isaías se describe con términos similares. Él es enviado por Dios para traer novedades, para proclamar, para anunciar.
Lo que hacemos, sin embargo, no nos define completamente. Cuando San Pablo anima a los tesalonicenses a que se regocijen, se abstengan de hacer el mal, hay una realidad subyacente que explica el hacer, el rol, el comportamiento. Ellos son los discípulos de Jesucristo, por lo tanto, viven de una determinada manera.
Ese es el mensaje de María en La Salette. La diferencia está en que San Pablo estaba animando a Cristianos que eran conscientes de su identidad, en tanto Nuestra Señora estaba hablando a aquellos que habían perdido el sentido de la identidad cristiana, y cuyos comportamientos contradecían de muchas maneras dicha identidad.
La conversión, un volver, un retorno a la manera cristiana de vivir la vida podría restaurar esa identidad. María promete que, si su pueblo se convierte, sus campos volverán a producir con abundancia. Especulando un poco, esto sería como el cumplimiento de la profecía de Isaías: “Como el suelo echa sus brotes…, así el Señor hará brotar la justicia y las alabanzas ante todos los pueblos”.
Lo que todas las plantas hacen, sin importar su especie, es crecer y producir fruto. Así las hizo Dios y así ellas hacen la obra de Dios. Lo que hacen los verdaderos discípulos de Cristo es crecer en su fe y producir frutos de justicia, se santifican y perseveran en pureza hasta la venida de nuestro Señor. Esto es lo que Dios nos llama a hacer, esta es su obra, como San Pablo escribe, El cumplirá sus promesas,
Por lo tanto, no debe haber diferencia entre lo que somos y lo que hacemos. Un poeta llamado G.M. Hopkins escribió que todo en el universo clama: “Lo que hago soy: para eso vine” Esto se aplica a Juan el Bautista y – ¿por qué no? – a nosotros.
Traducción: Moisés Rueda, M.S.

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