Carta - Páscoa 2024
Santa Páscoa 2024 “Nosso Redentor ressuscitou dos mortos: cantemos hinos ao Senhor nosso Deus, Aleluia”   (Da liturgia) Queridos irmãos, com a chegada da Santa Páscoa, gostaria de chegar idealmente a cada um de... Czytaj więcej
Carta - Páscoa 2024
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Lo Uno o lo Otro

(6to Domingo Ordinario: Jeremías 17:5-8; 1 Corintios 15:12-20; Lucas 6:17-26)

Todas las lecturas, incluido el Salmo, contienen una clase de ultimátum. Pon tu confianza en Dios y te irá bien; si no lo haces, perecerás. A menos que ames la ley de Dios, serás arrastrado como la paja. La única manera de estar seguros de nuestra salvación es creer en la resurrección de Jesús. Pobre de ti si eres rico, satisfecho, ríes y hablan bien de ti.

En el mensaje de La Salette, o nos negamos a someternos o nos dejamos convertir.

Sin embargo, el pasaje del Evangelio resalta sobre el resto, y lo hace porque lo otros no contienen el elemento de elección que implican. La opción urgente no es entre ser rico o ser pobre.

Las Bienaventuranzas en Mateo se recuerdan mejor y, podríamos decir que se prefieren mejor a las que leemos hoy, la versión de Lucas es decisiva, hasta preocupante. ¿Es realmente mejor ser pobre que rico?

No se trata de un asunto moral, como si los pobres fueran los buenos y los ricos los malos. Hay pasajes tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento que parecen poner por igual tanto a la riqueza y al mal, pero lo que hacen es resaltar el peligro de las riquezas: avaricia, egoísmo, injusticia. Sin embargo, en este punto en el Evangelio de Lucas, no es el caso. Aquí esto tiene que ver con la correcta percepción de lo que es la bienaventuranza.

La Bella Señora comprendía el temor de su pueblo, que se enfrentaba a la amenaza de no tener pan para comer. Así como Jeremías ella nos urge a poner nuestra confianza no en nosotros mismo sino en Dios, respetando el Día del Señor.

La primera reacción ante un ultimátum es la de rechazarlo. Los profetas seguramente hubieran preferido otras maneras de persuadir a sus oyentes. Dios sabe que lo intentaron; y, aun así, el pueblo de Dios parecía estar determinado a seguir la senda de la destrucción.

Los niños no están creciendo como deberían, y los adultos están en una situación anormal de deterioro que requiere un cuidado especial. Podemos aplicar este concepto también a la vida espiritual.

O prosperamos o no. El objetivo del profeta, del salmista, de San Pablo, de Jesús o de Nuestra Señora de La Salette es el proveer cuanto nos sea necesario para nuestro bienestar espiritual. En otras palabras, parafraseando el texto de Juan 10:10, todo ellos quieren que nosotros “tengamos vida y la tengamos en abundancia”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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En Buena Compañía

(5to Domingo del Tiempo Ordinario: Isaías 6:1-8; 1 Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11) 

A menudo hemos observado en estas reflexiones que Melania y Maximino debido a su posición social, falta de educación, y carácter personal, no parecían ser unos candidatos probables como para recibir una revelación celestial. Las lecturas de hoy nos muestran que ellos estaban en buena compañía.

¡Ay de mí, estoy perdido! grita Isaías, consiente de no ser digno de dar testimonio de la gloria de Dios. San Pablo dice “yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol”, a causa de su historia como perseguidor de la Iglesia, Y cuando San Pedro es testigo de la pesca milagrosa, su instinto natural es el de decirle a Jesús que no tiene nada que hacer con un pecador como él. 

Esto no es falsa humildad; cada uno habla con la verdad. Al mismo tiempo, sin embrago, cada uno, una vez tranquilizados, responden al llamado que acompaña la experiencia. Isaías se ofrece para servir. “¡Aquí estoy: envíame!” Pedro y sus compañeros dejaron todo para seguir a Jesús. Y Pablo reconoce cómo Dios ha obrado por medio de él: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo”.

Así como Isaías, Pablo, Pedro, Maximino, y Melania, ninguno de nosotros es merecedor del lugar que nos ha sido dado en el plan de Dios. No logramos nada por nuestros propios méritos. “Aumentaste la fuerza de mi alma”, nos recuerda el salmista.

Jesús sabía lo que iba a hacer aquel día en el Mar de Galilea. María sabía lo que iba a hacer aquel día en los Alpes Franceses. Los dos necesitaban buenos testigos, y los testigos más confiables son aquellos que posiblemente no pueden haber inventado las cosas que están diciendo, y no tienen por qué hacerlo.

Inmediatamente después de responder a su llamado, se le dijo a Isaías que su pueblo no le escucharía. Algunas de las cartas de San Pablo están dedicadas principalmente a corregir errores de doctrina o de moral en las comunidades que él fundó. Las faltas de Pedro están bien documentadas en todos los Evangelios. Melania y Maximino fueron puestos de lado cuando su misión fue asumida por la Iglesia. ¿Equivocaciones? No.

El éxito no es una condición para la santidad. Lo que cuenta es ser fiel hasta el final, como ellos, a pesar de los obstáculos que nos rodean y los que hay en nosotros.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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Amor Puro y Duro

(4to Domingo del Tiempo Ordinario: Jeremías 1:4-19; 1 Corintios 13; Lucas 4:21-30)

“Paciente, servicial, no envidioso, no hace alarde”, todas estas cualidades describen un amor que puede ser llamado ternura. Nada podría estar más lejos del “amor puro y duro” que Jeremías necesitará, y que Jesús demuestra a veces.

Encontramos ambas clases de amor a lo largo de las Escrituras (aun en Jeremías) por eso no debería sorprendernos el encontrarlos también en La Salette.

“No tengan miedo” fueron las primeras palabras de María, palabras que se hicieron más tranquilizadoras cuando ella les dijo a Maximino y Melania “hijos míos”. Sus lágrimas, su cercanía a los niños, la manera tan amable con que les recuerda la importancia de la oración – estas y otras cosas hablan de la ternura que ella tiene por los dos niños y por su pueblo.

Más hacia el comienzo de su carta, San Pablo tenía duras palabras para los Corintios por sus incesantes enfrentamientos y para todo aquel “que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente”. Es el Capítulo 13 que nos presenta el ideal, un ideal no fuera de nuestro alcance, pero que no se da automáticamente.

Las duras palabras de la Bella Señora tienen que ver con el incumplimiento de la observancia dominical de descansar y de ir a misa, el rechazo a seguir las prescripciones de la Cuaresma, y especialmente el abuso del nombre de su Hijo. Aquí ella usa el “amor puro y duro”.

En Proverbios 13:24 leemos: “El que mezquina la vara odia a su hijo, el que lo ama se esmera por corregirlo”. La disciplina que María usa en La Salette se suaviza con su ternura. Ella quiere que su pueblo vea la urgencia de evitar la vara o, en sus palabras, el fuerte y tan pesado brazo de su Hijo.

Jesús en Nazaret no escondió su descontento cuando aquellos que daban testimonio a favor de él luego se preguntaban en voz alta, «¿No es éste el hijo de José?» (queriendo decir “solamente” el hijo de José). Los reprendió, pero de manera verbal, y luego se alejó de ellos, suficiente castigo por su falta de fe.

Fue el disgusto de su Hijo lo que hizo que Nuestra Señora intervenga en la vida de su pueblo. Ella tenía que hacerles comprender que la manera de evitar el desastre inminente se daba por medio de la conversión. Su amor sirve de modelo para nosotros: “No se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, sino que se regocija con la verdad”. Sobre todo, este es el amor ideal que “no pasará jamás.”

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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Ahora ya lo sabes

(3er Domingo del Tiempo Ordinario: Nehemías 8:2-10; 1 Cor. 12:12-30; Lucas 1:1-4 y 4:14-21) 

Después de que Melania diera su versión del hecho ocurrido en la montaña, una mujer anciana conocida como la Madre Caron se dirigió hacia su hijo y le dijo: “¿Después de todo esto, todavía vas a ir a trabajar los domingos?”

Ella fue la primera en comprender que aquella Bella Señora no podía ser otra que la Santísima Virgen. Ella también reconoció que ‘la gran noticia’ de María requería un cambio de corazón y de vida.

También vemos esto en la lectura de Nehemías. “Los hombres, las mujeres y todos los que podían entender: todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley” – ¡por casi seis horas! Muchos, parece, que nunca la habían oído, y lloraron al darse cuenta cómo, sin saberlo, habían violado la Ley.

Ese fue un momento de gran revelación para ellos. A pesar de que se les dijo de no llorar sino celebrar. Ahora que habían llegado a conocer la Ley, serían capaces de cumplirla. De esa manera podían esperar evitar los castigos y el exilio infligidos a sus ancestros que no habían cumplido la Ley. Tendrían de ahora en adelante una correcta relación son su Dios.

Este es con certeza el caso en el Evangelio. Cuando Jesús dijo, “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” en efecto, está diciendo, “¡Este es el día que todos ustedes estaban esperando!” Esto ciertamente atrajo la atención de su audiencia. El resto del Evangelio se trata de aceptar o rechazar esta afirmación de Jesús.

El Nuevo Testamento muestra una y otra vez las implicaciones de la fe en Cristo. De hecho, San Pablo, lo hace, su reflexión casi filosófica sobre el cuerpo y sus muchas partes fluye directamente de una declaración teológica: “Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo —judíos y griegos, esclavos y hombres libres— y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”. Si la Comunidad Cristiana de Corinto pudiera entenderlo de ese modo, sus desacuerdos y rivalidades podrían fácilmente ser resueltas.

Hay una urgencia en las palabras de María en La Salette. Con todo, ahora que su pueblo ya sabe, de qué manera y en qué modo se había extraviado, tal vez llegue a comprender las palabras del salmista: “Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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