Carta - Páscoa 2024
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P. René Butler MS - 30º Domingo del Tiempo Ordinario - Los llevaré de regreso

Los llevaré de regreso

(30º Domingo del Tiempo Ordinario: Jeremías 31:7-9; Hebreos. 5:1-6; Marcos 10:46-52)

No tenemos problema en conectar La Salette con las imágenes usadas en el salmo responsorial de hoy: “El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas” – las lágrimas (de María y las de su pueblo) sobre la cosecha arruinada, vienen seguidas de una promesa de abundantes cosechas.

El contexto del Salmo, y también de la primera lectura, es una visión del pueblo de Dios regresando del exilio. Es una acción de Dios. Nadie está excluido.

El contexto de La Salette es similar. Los cristianos estaban viviendo en el exilio, ¡de su propia fe! En tiempo de dificultades sólo se tenían a ellos mismo, y resultaron inadecuados para la tarea. Por medio de la Bella Señora, Dios les estaba ofreciendo llevarlos de regreso.

EL pueblo de Israel estaba en el exilio por unos setenta años. Tenían abundante tiempo para reflexionar seriamente sobre su apostasía y la de sus ancestros. Cuando finalmente se les permitió regresar a su propia tierra, tomaron la resolución de ser fieles a Dios y adorarlo únicamente a Él. Estaban preparados para someterse.

En La Salette, María dice, “Se los hice ver el año pasado con respecto a las papas: pero no hicieron caso”. Como el Israel de los tiempos antiguos, su pueblo no pudo entender lo que les sobrevenía. Ellos, también, estaban en peligro de ser abandonados. Jesús ha sido, en palabras de la Carta a los Hebreos, “indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados”, pero ahora el tiempo ha llegado en que su Madre estaba “encargada de rezarle sin cesar”.

Ella habló de sumisión, no de una clase de esclavitud, sino de una sumisión que nace de la confianza. Tomemos como ejemplo al ciego Bartimeo. Él sabe que no tiene nada especial para llamar la atención de Jesús; no les dice nada a aquellos que tratan de hacerlo callar, pero sigue gritando, “¡Hijo de David, ten piedad de mí!” De pie delante de Jesús, lo llama Maestro.

Todo esto es expresión de un correcto espíritu de sumisión. Él no podía hacer nada para cambiar su situación, pero creyó que Jesús podía llevarlo de la oscuridad a la luz.

Nuestra Señora nos recuerda que nosotros podemos ser rescatados de cualquier oscuridad o esclavitud o exilio que podamos estar experimentando. Lo que se requiere de nuestra parte es saber reconocer nuestra necesidad y volvernos al Señor con una esperanza que no tambalea. Entonces nuestra boca se llenará de canciones.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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